miércoles, 18 de diciembre de 2013

Manos de atleta



Sus curvas me hacen desearla cada vez que la veo. El placer plateado de cada parte que la compone, el color que maneja en su cuerpo, en sus detalles, en cada segundo. Es la única capaz de atrapar mi mente y cada jodida emoción que brilla en un flash a través de mis ojos. Cuando logro tocarla, emite los sonidos más dulces, que se transforman en notas que bailan en mi cerebro, cosquillean mis entrañas y besan mis heridas.

Cada vez que comienzo a recordarla, cada acorde me aleja, me lleva al lugar donde ella no estará jamás. Por eso será siempre mi fiel compañera, de un alma triste que practica en exceso la autocompasión y que por lo mismo, se pierde en el ritmo del paso de los días. Cada acorde es un tranco avanzado, un escape a esta mente traicionera que por las noches aún me pena. Guitarra, no me sueltes.

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